"καλλίστῃ” así rezaba la manzana dorada procedente del jardín de las Herpérides que, como cuenta la
historia, Eris, la diosa de la Discordia, lanzó a la mesa en la que se
celebraba el banquete de la boda del héroe griego Peleo con la diosa del mar,
Tetis. Eris, enojada por el divino desaire, ideó su particular venganza
enfrentando a tres grandes diosas en la lucha por la belleza en una batalla en
la que, finalmente, no sólo se disputó este título, sino el destino de muchos e
importantes griegos.
Una pizca de cordura y gran cantidad de locura
caracterizarían al inmortal que decidiera participar en un juicio de tal
magnitud, por lo que la decisión de elegir a la más bella, a la merecedora de
la manzana, la delegó Zeus a un mortal, al príncipe Paris, lo que cambiaría el
curso de la historia griega con fatídicas consecuencias.
Cada una de las diosas pretendió convencer al improvisado
juez sobornándolo. La diosa Hera, esposa de Zeus, le ofreció todo el poder que
pudiera desear y también, el título de
Emperador de Asia; Atenea, diosa de la inteligencia y de la guerra, le ofreció
la sabiduría y la posibilidad de vencer todas las batallas a las que se
presentase; Afrodita, por último, le ofreció el amor de la mujer más bella del
mundo, Helena.
No es difícil suponer cual fue la elección de Paris, pecando
o no de mortal, que se decantó por Afrodita y la promesa de una belleza a la
que sucumbiría después y que le costaría terribles sufrimientos. Así pues, la
hermosa mujer por la que Afrodita hizo crecer el amor en el pecho de Paris,
Helena, era la esposa del rey de Esparta, Menelao.
Con estos antecedentes, esta historia de amor y belleza sólo
podía desembocar en tragedia. Paris, irracional, movido por el influjo de la
pasión amorosa, en su paso por el palacio de Menelao, raptó a la bella Helena
llevándola consigo a Troya. Esto enfureció a Menelao que convocó a los reyes
aqueos desatándose así la guerra.
De nuevo queda demostrado que, como diría Irene Vallejo, el
amor es una forma bastante complicada de hacernos fácil la vida.
Así pues, yo quiero comenzar este blog brindando por el amor
y por la belleza, por supuesto con néctar y ambrosía, como harían los dioses y
explicar por qué he elegido la figura de una mujer que, aunque parezca insignificante, fue la causa de grandes y terribles hechos.
